Actualidad
Miriñaque y el hipódromo
Todo lo que brilló en La Plata
Del Editor
22/11/2022
Revista Palermo
Miriñaque hizo lo suyo, y La Plata brilló. No por esperada, la entrega del tordillo en cada brazada de la recta final del Gran Premio Dardo Rocha (G1) dejó de conmover. Ese arranque que electriza las tribunas, llenas como en cada 19 de noviembre, fue presenciado por aficionados que vieron cómo el Pellegrini del Año 2019 sostiene su vigencia a prueba de viajes extensos y estadías larguísimas en establos ajenos.

Esta vez, los papeles de reparto en la fiesta los cubrieron Don Empeño, con su segunda victoria en el GP Joaquín V. González (G 1); Rudy Trigger, devenido fiel escudero de Miriñaque y de los colores de Parque Patricios, en el Clásico Ciudad de La Plata (G2); la incansable Zenda Bohemia, en el Clásico Marcos Levalle (G2); Ros Top, en el Clásico Asociación Cooperativa de Criadores (L), y León Sabanero, en el Ciudad de Berisso. Con protagonistas humanos destacados, como los jockeys Francisco Leandro Fernandes Gonçalves y Pedro Diestra.
  
Siempre hace calor en La Plata en la fecha que celebra la fundación de la ciudad, pero Mariano Cowen, administrador del hipódromo, y la gente valiosa que lo acompaña hicieron que esta vez sectores como los restaurantes del tercer piso y el espacio en el que se agasajó a los invitados, en la planta baja del Paddock, lucieran renovados.

El hipódromo se despereza y las telarañas burocráticas desaparecen, al menos a la vista. La sombra de la superpoblación de personal tiene poco margen para desvanecerse en estos tiempos de inflación galopante y fuentes de trabajo que se agotan mientras ofrecen salarios que compiten con la línea de pobreza mes a mes, pero se sabe que comenzó a limpiarse de polvo y paja la nómina en ciertos niveles ejecutivos que no acompañan el esfuerzo. Más bien lo anquilosan.

Para los profesionales y los propietarios, esos que le toman el pulso a la actividad del Bosque todos los días, “La Plata está bien, mucho mejor”. Para uno, que se sumó a los miles que colman las tribunas del hipódromo casi exclusivamente en la fecha más importante del año, la sensación es parecida, pero sin comparaciones. “La Plata está bien”, sería una síntesis.

Para escuchar lo primero, no hacía falta hacer 60 kilómetros desde la Ciudad de Buenos Aires. Muchos entrenadores, jockeys, propietarios y aficionados lo insinuaban en Palermo y San Isidro con la prevención del que se quemó con leche y llora cuando ve una vaca. El Bosque siempre fue un hipódromo de remiendos. De la pista reparada tras el enésimo reclamo de los jinetes a los ascensores y escaleras mecánicas con deficiencias, o directamente detenidas. De ahí que pocos se atreven a dar muestras de esa “fe veterana” de la que hablaba el poeta uruguayo Mario Benedetti cuando en otro contexto se refería al Sur postergado frente al Norte próspero.

La señal de Cowen, que el sábado recibía saludos de gente de a pie que le agradecía o le pedía selfies, es que la prosperidad se obtenga trabajando, no yendo a pedir o reclamar más arriba, solamente, aunque corresponda. Una política que tiene aval en la presencia el sábado del gobernador de la provincia, Axel Kicillof (desde 2007, cuando estuvo Daniel Scioli, ningún jefe del Ejecutivo había pisado el hipódromo en esta fecha); de Omar Galdurralde y María Laura García, presidente y vice del Instituto Provincial de Lotería y Casinos; de Julio Alak, ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y ex intendente de La Plata, y Carlos Bianco, jefe de Asesores de la Gobernación.
 
Angel Penna  Jr supo hacerse de un nombre
 
Ser hijo de un entrenador que triunfó en Europa y en los Estados Unidos, donde integra el Hall of Fame, y llevar ese nombre y apellido –los dos se llamaron así– célebre en la historia del turf mundial por siempre, no le pesaba a Ángel Penna Jr, como se lo conocía en Norteamérica y fallecido este martes a los 75 años, en Fort Lauderdale, Florida. Bastaba conocerlo en su stud de Belmont Park, Nueva York, y pasar unos agradables minutos, para saber que no portaba chapa alguna. O en Santa Anita Park, Los Ángeles, cuando llevaba alguno de sus preciados competidores a la Breeders’ Cup, por caso.

Entre dos de esos encuentros entre la Costa Este y California, Bocha nos informó que Ruth, su asistente, se había convertido en su esposa –sin dejar el empleo, aseguró–. En Belmont nos mostró a Perfect Arc, una hija de la argentina Podeica, ganadora de la Polla de Potrancas de 1987, cuando venció a Bayakoa. Penna también había entrenado a Podeica y confesaba que todas sus crías tenían valor agregado porque la madre había superado en la pista a la dos veces ilustre Yegua del Año en los Estados Unidos.

Pero el vínculo más fuerte de Ángel con la Argentina fue su madre, Dora Tedeschi, hija de un notorio cuidador, a la que invitaba seguido a visitarlo en Miami, para ayudarlo a mitigar una nostalgia inevitable.

“Un bon vivant, como eran todos los Penna”, describe Ignacio Correas, Nacho, entrenador en Kentucky, recordando también al gran Julio Félix Penna, tío de Bocha y padre de Ángeles, Marisa y los entrenadores Julio, Mariano y Guillermo. Ángel Penna hizo su escuela europea en España por varios años y luego optó por radicarse en los Estados Unidos, como había hecho su padre con notable éxito. Un distinguido embajador del turf argentino.
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