Actualidad
Cuando los códigos de vestimenta son inmunes a las emociones
Del Editor
18/01/2023
Revista Palermo
Los códigos de vestimenta están para ser respetados en cada sector del hipódromo. Para eso se establecen. Las zapatillas y bermudas no son permitidas en la Oficial de San Isidro, por caso. Tampoco en Palermo, pero en el escenario porteño hay una bienvenida flexibilidad estival, y todo es normal en el pasaje y estada en la principal tribuna de Libertador y Dorrego. Los propietarios y allegados acuden a tomarse la foto del pesaje sin el engorroso impedimento de los hombres de seguridad, que cumplen su tarea con más celo cuando el calor se va alejando.
 
Ese espacio, el del círculo de ganadores, está reservado para el momento en que se cumple el sueño más grande en las carreras, cuando los desvelos, los cuidados, el trabajo de muchos encuentra su recompensa o se plasma lo que se pudo atisbar en los ensayos matinales. Un proceso que puede durar semanas o meses, pero la foto se toma en menos de un minuto. Esas sonrisas, esos saludos al jockey y al entrenador, son irrepetibles. Porque cada victoria es distinta.

Edgardo Martucci, cuidador, enojado, reclamó por que a Rodolfo Bor, propietario del stud Rodolfo Pedro, se le impidió permanecer en el sector preferencial de San Isidro porque tenía puesta una bermuda. Eso corresponde. Pero además recibió de un efectivo de Seguridad el anuncio de que si acudía a la foto, en caso de ganar su ejemplar, se le impondría una multa por parte de la Comisión de Carreras. Incluso se conocen las sanciones a los cuidadores cuyos peones no respetan una vestimenta acorde al día de carreras, una tarea más cercana a la que se hace en el campo.

Acá no se trata de que el dueño de una caballeriza importante que hace ingentes inversiones para llevar adelante su pasión y, de paso, proveer al turf de su protagonista central con una divisa ganadora, por ejemplo, del República Argentina, tenga privilegios, pero hay ciertas normas que deberían ser más flexibles para el emotivo instante del festejo. Sin desbordes ni muestras desafiantes al estilo Dibu Martínez. Luego de demandar un cambio a los directivos, sin profanar los espacios lógicamente más restringidos, Martucci pide una acción de las entidades de propietarios. “Están echando a la gente”,
graficó.

El confinamiento y las restricciones tras la irrupción del Covid-19 le dieron a los directivos del hipódromo de San Isidro -y a los de Palermo y La Plata- razones para cerrar espacios, clausurar ingresos y racionalizar aforos, con el efecto no deseado de reducir personal, al menos momentáneamente. El impensado lapso sin carreras fue el pico de los daños de la pandemia para el turf. Con el tiempo, esas razones se convirtieron en pretextos para el hipódromo del Jockey Club, que extendió la cuarentena
más de la cuenta.

LOS COIPOS DE PALERMO

Especie de nutrias algo salvajes, los coipos irrumpen en las pistas del hipódromo de Palermo sin avisar, aunque todos están avisados, en especial los jockeys. Sin embargo, ese aspecto pesado y algo moroso de estos roedores se transforma cuando se cruzan frente al pelotón de caballos a toda velocidad, aunque muchas veces no puedan cumplir su cometido de atravesar indemnes semejantes aventuras.

Eso ocurrió hace diez días, en sendos clásicos sobre el césped, cada uno con un incidente en el que las patas de un caballo mandaron a dos coipos a hacer unas cabriolas involuntarias, con un desenlace que puede adivinarse para los animalitos silvestres. Sin embargo, está en ciernes otro tipo de final, más grave, y es el pudiera producirse con un traspié de los caballos lanzados en velocidad. Adicionalmente, se sabe que los coipos construyen sus cuevas debajo del pasto y hacen “caminos” transversales al trazado, otra amenaza si un pozo o un surco aparece de repente al paso de los competidores.

Roberto Pellegatta, avezado entrenador en el hipódromo Argentino, advirtió sobre el tema, al comentar que hasta hace unos meses se hacían presentes expertos del Centro de Rescate de Fauna Silvestre de la Ciudad de Buenos Aires y se llevaban a los coipos que encontraban. Pero esa tarea está discontinuada desde hace unos meses, lo que sumado a la rapidez de reproducción de esta especie, reavivó el problema.
Un problema que requiere ser solucionado, para evitar males mayores e irreparables.
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