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Una mujer del turf
En el Día Internacional de la Mujer, conversamos con María Fernanda Álvarez, la exjocketa devenida entrenadora que forjó su presente a fuerza de trabajo.
Natalia Maidana Berón
12/03/2023
Revista Palermo
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Cada año, cuando se acerca el 8 de marzo se desata el mismo debate:
¿se celebra o se reflexiona y visibilizan las problemáticas que nos aquejan diariamente a todo nivel? Las redes sociales en particular y los medios masivos en general, este día suelen ser la arena sobre la que se libran batallas dialécticas sobre si decir “feliz día” a las mujeres de nuestras vidas está bien o mal, como si el hacerlo o no, nos definiera de un lado o del otro. Y no es mi objetivo desentrañar esa cuestión. Mi intención, a través de esta nota, es compartirles la entrevista que con motivo del Día Internacional de la Mujer, desde Revista Palermo le realizamos a María Fernanda Álvarez, exjocketa y actual cuidadora del turf argentino. La de María es una historia de amor y de mucho, mucho trabajo.

María nació en General Belgrano, tiene 54 años y heredó su amor por los caballos, de su familia materna. Su papá, Pedro, era corredor de autos, más precisamente de la Fórmula Renault que se conoció como F4. Él siempre la apoyó, a tal punto que a los 15 años le permitió venirse a vivir a la Capital Federal con una tía para poder prepararse para ser jocketa. Trabajó como peona con el padre de Walter, Hugo Suárez, mientras estudiaba para jocketa. Walter hacía lo propio pero para entrenador. Y así,  entre abajo y estudio nació el amor. Están juntos desde 1987, viven en Núñez y tienen un solo hijo, Walter, que también hoy cumple 32 años. Y no, no les gustan las carreras. Solo visita el stud del Hipódromo de Palermo para comer con sus papás.

En las carreras, el caballo que les dio todo fue Furious Key, que llegó en 2011. Ganaron 17 carreras incluyendo el Joaquín V. González, en La Plata, su primer Grupo 1. Pero sus éxitos siguieron, siguen. El último fin de semana ganaron 3 carreras en San Isidro, una de ellas fue con Simpática Peluquera, que sale con María en tapa.

–¿Qué significa para vos ser una mujer del Turf?

Para mí significa muchísimo porque cuando vine (a Palermo) en el 85 (a Palermo), estaba Marina Lezcano. Siempre mi espejo fue ella porque yo vine acá para ser jocketa. Después la vida me llevó por otro lado y terminé trabajando con los caballos con Walter. Ser una mujer del Turf me da orgullo, porque pertenecer a un ambiente que es por lo general de hombres, que podría ser de las mujeres también, pero hay muy pocas, a mí me da orgullo. Porque me ha ido bien y porque trabajo para que otras chicas puedan venir. Para que vean lo lindo que es estar con los caballos acá en el hipódromo, en una burbuja en el medio de la ciudad. Amo a los caballos, amo mi profesión, amo este lugar, amo todo lo que rodea la parte hípica del Turf.

–Llegaste en 1985 y te cruzaste con Marina Lezcano, nada menos. Contanos la experiencia de haber corrido en esa época. 

Corrí poco, fui a la escuela de Héctor Ciafardini y Carlos Bianchi, en Palermo. Era una escuela hermosa que estaba acá frente al Hipódromo de Palermo y en donde estaba el esqueleto de Botafogo. Y corrí 2 años nada más porque tenía problemas de peso, yo ya era medio gordita. Es como que me di el gustito de correr.

–¿Ganaste?

Sí, gané algunas carreras. Salí a correr a fines del 86. Gané con el papá de Walter, Walter, Pedro García, Baldoni y con Juan Carlos “Coco” Dabul, quien fue un gran maestro mío. Me enseñó a trabajar, porque también fui peona de él y del papa de Walter. En esa época nosotras teníamos un lugar importante o sea, había mucho respeto y la gente nos quería muchísimo. Éramos poquitas. En esos tiempos estaba Sandra Cáceres, Patricia González, estaba Patricia Peralta que ya era jocketa, Silvia Barrera, Blanca González e Irene Guimaraes. También Isabel y Marina, quienes justo se estaban retirando. En General Belgrano iba todos los días a la sodería que compraba el diario Clarín porque ponía las fotos de los últimos 300 metros y el disco de Palermo.
Le decía a mi papá: ‘Yo voy a ser jocketa como Marina Lezcano’.

–¿De dónde nació ese amor por las carreras y los caballos?

Desde chiquita ya andaba a caballo porque mi familia materna tenía campo, caballos y a mí me encantaban. Creo que tenía 6, 7 y ya decía que iba a ser jocketa. Mi padre venía a Buenos Aires porque era corredor de autos y venía al Automóvil Club, y me traía al hipódromo a ver las carreras.

–¿Qué pensaba tu familia con respecto a esa decisión tan férrea, siendo tan pequeña?

Yo lo tenía muy claro y tenía a mi papá que era deportista y él nos dejó volar a todos en lo que nos gustaba. Siempre fue predominante de los hombres pero no es que acá no se puede entrar. Acá se puede entrar y si te gustó, te quedas. Pero es sacrificado y es de todos los días. Acá los caballos comen todos los días, todos los días varean. No hay vacaciones o sí, pero pocas. Acá hay que estar.

–Algo que me llamó la atención es el concepto de equipo que manejas, no es muy sencillo encontrar personas que lo apliquen. 

Los chicos que trabajan con nosotros, mis peones, soy equipo con ellos, trabajo a la par de ellos. No soy su patrona. Yo soy una más de un equipo importante. Le doy valor a mi equipo porque sin ellos nosotros no podemos trabajar y menos si tenés un stud grande. Los chicos tienen que estar contentos, tienen que estar bien.

–¿Cómo te afectó este trabajo de tanta exigencia en la crianza de tu hijo Walter?

Porque en tu época, ahora está mucho más repartida, esa responsabilidad recaía solo sobre la mamá. Yo tuve un poco de suerte porque estaba la mamá de mi marido Walter (Aída), que vivía con nosotros. Lo cuidaba, porque yo trabajaba desde muy temprano, estaba casi todo el día acá. Parte de la crianza, de la niñez, la pasó con ella, que fue su mamá – abuela. Mi mamá también estuvo, pero Aída nos ayudaba mucho.

–¿Lo sufrías o estabas tranquila porque entendías que estaba bien con la abuela?

No, estaba bien, estaba bárbaro. Yo no sufría, yo sufría si no venía acá. Si yo me tenía que quedar en casa, no me gustaba.

–¿Qué opinión te merecen las mujeres que llegaron a la cima pero que una vez allí no ayudan a otras mujeres a posicionarse como ellas? ¿Hay hipocresía?

Creo que es un poco de egoísmo. Yo les abro las puertas (a otras mujeres), tengo una chica que trabaja con nosotros, tenía otra que ahora está con María Cristina Muñoz. No vienen muchas, pero yo les doy lugar porque me encanta compartir, me encanta que María Cristina gane, me gusta mucho lo que hace María Isabel Rizza. Nosotras somos diferentes, tengo una peona que logró que una yegua mejore un montón y fue porque la tiene ella. 

–¿Cuál es tu visión con respecto a que no haya dirigentes mujeres en la actividad?

Estuve lidiando un poco el año pasado con la política, con el tema del gremio. Es muy difícil entrar a lugares que ya están cerrados y nosotras no tenemos un lugar. Y si pensás distinto y querés hacer otras cosas, menos lugar. Yo sigo permitiéndome pensar distinto, tener otra opinión, otra vara y como no se puede resolver, me dedico a lo que sé hacer. Tema seguridad, nosotros estamos atrasados 30 años en el tema de la empalizada y es una cosa que a muchos no les gusta que uno las diga pero yo lo tengo que decir. Nosotros tenemos un jockey internado, Esteban Torres, por ese tema.

–¿Cómo nació tu historia de amor con Walter, ‘el Colorado’?

Nos fuimos conociendo en el trabajo, yo siempre le decía: ´Me voy a terminar casando con vos´. Tenía otro novio, pero yo le decía al padre también: ´Me voy a terminar casando con tu hijo´. Y bueno, en el año 87 nos pusimos de novio, fuimos a Venado Tuerto a correr una carrera que se suspendió por lluvia y ahí nos empezamos a conocer más como personas, a trabajar juntos y desde ese momento estamos, una historia de amor y trabajo.

–En el Día Internacional, te mereces la primera tapa con una mujer de la REVISTA PALERMO, que en este 2023 que cumple 100 años…

Que lindo, yo estoy muy agradecida, emocionada, soy media llorona. Porque a nosotros, los que nos cuesta llegar…una cosa que me encantaría es que estuvieran nuestros padres vivos. Siempre le digo a Walter: ´si estuvieran vivos Hugo y mi viejo´, si vieran lo que logramos. Mi mamá está viva y ve y es feliz, pero siempre mi papá fue el deportista de la casa, tengo a mis hermanos que corren autos y nos hubiera gustado que nos vieran todo lo que logramos. Porque hemos logrado muchísimo.
Estando muy abajo, sin tener un apellido importante, hemos logrado llegar a donde queremos estar. Creo que donde están ellos nos ven y siempre nos ayudan. Siempre les estamos pidiendo cuando corremos un grupo uno porque uno se encomienda a todas las estrellas que tiene arriba.

Por Natalia Maidana Berón
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