Además de ser un hombre de turf, Oliver proviene de la empresa privada,
es un informático, como se define a sí mismo.
Enrique Olivera no está en el Stud Book por azar, o
porque hiciera méritos dentro de la comisión directiva del Jockey Club y le
tocaba la designación. En muchos momentos de la charla va a hablar de
“clientes” y con eso revela que, además de ser un hombre de turf, proviene de
la empresa privada, es un informático, como se define a sí mismo, entonces la
búsqueda de agilizar el tiempo que demanda un trámite en el registro de
caballos sangre pura, árabes y anglo árabes de competencia encuentra un
bienvenido maridaje. “Hay una continuidad desde que mi padre era presidente
del Jockey Club, al poco tiempo entré en el oficialismo con Miguel Crotto, como
vocal del Stud Book, ya a los dos o tres años me pidió si podía hacerme cargo
del Stud Book. No fue por mi conocimiento en tecnología”, explica. Es sabido que Enrique es hijo del homónimo dirigente
radical fallecido en 2014, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires entre
1999 y 2000, cuando siendo vicejefe sucedió a Fernando de la Rúa, Presidente de
la Nación electo, y Presidente del Jockey Club hasta el último día de su vida. Afiliado
radical, sin tiempo de militar, asegura ante la pregunta sobre por qué no es
dirigente político: “Porque es muy absorbente, lo viví al lado de mi padre, no
tenés otra cosa que la política, ni familia” y de paso opina que “la grieta es
un atraso”. Hasta hace cinco años, Enrique era el country manager
de la empresa española Indra, que tiene 1500 empleados en la Argentina. “Me fui
de la vía corporativa y ahora estoy con un proyecto propio, también en España,
de una tecnología muy de punta que pronto veremos. Conozco el proyecto de
cambios tecnológicos, la resistencia al cambio”, asegura quien sabe que la
informática es una cuestión difícil de digerir en una sociedad no siempre
permeable a modificar sus rutinas. Sobre las elecciones y la modernización, cuenta: “Todo
eso lo sé muy bien porque la compañía que presidía hacía los escrutinios
provisionales hasta 2017 y lo hace ahora de nuevo. Si hay algo a lo que la
informática ayuda es a que no haya fraude, porque siempre deja un rastro, en
cambio un papel se quema y no existió
nunca. Hay distintas formas de
meterle tecnología a una elección, una urna electrónica por caso, pero el gran
paso que tenemos que dar es hacia la boleta única… y no damos ningún paso. Hay
muchas formas de fraude. Es mucho más complejo que el Stud Book”. La pandemia y el trabajo en el registro “Por supuesto hubo problemas con la gente que no venía
a trabajar. Es un tema cultural. Trabajaban en casa. Una cosa es el perfil del
cliente y otra cosa es el perfil del funcionario, al que cuesta mucho
inculcarle la tecnología, más allá del caso puntual del Stud Book; yo estuve
siempre en tecnología. Los grandes cambios cuando ponés sistemas a menudo
fracasan cuando la gente no quiere usarlos, porque le cuestan. Recibí trompadas,
pero no había otra que poner la cara”, enfatiza Olivera, y se mete en una
cuestión de idiosincrasia: “A veces las crisis muestran lo que hacés bien y lo
que hacés mal, con quiénes podés contar. En muchas compañías se dieron cuenta
de quiénes tenían la camiseta, quiénes se refugiaban en la casa para no ir a trabajar
y los que intentaban trabajar de cualquier manera”. -¿La implementación de Internet en el sistema del Stud Book te la
debemos a vos? -No, es una política del Stud Book a la que le hemos
dado continuidad, y te aclaro que falta un montón. Porque eso es lo que ven
ustedes, pero lo que estamos tratando de poner en foco es mejorar los sistemas
internos de gestión para dar nuestro servicio. Es lo que se llama web nable (viene de enable, habilitar en
español) o sea una opción para que muchos de los trámites puedan ser
autogestionados por el cliente... -… y no va a necesitar que lo atienda un empleado. -Claro, es como
cuando uno hace una operación con el banco. Va a costar, porque a la gente le
gusta el papel, ver la firma, que vaya para tal o cual sección. Es un tema por
el que tuve algún que otro disgusto, al margen de la cuestión de la pandemia y
de que la gente no estaba vacunada (más de una vez hubo que cerrar las oficinas
porque surgía un contagiado), el problema es que la gente se instala en el mostrador.
Yo lo he sufrido porque hice los trámites de mi haras (Los Olivos) desde que
tenía 14 años, y tenía que pasar dos horas en el Stud Book para anotar tres
caballos. Un cambio cultural Para Olivera es clave que se entienda que se deben
agilizar los trámites. “Hace un tiempo hemos instrumentado que los criadores
que están a más de El confinamiento y los cuidados obligaron a aguzar el
ingenio, los métodos: “Uno de los objetivos fue que la gente volviera a
trabajar a pesar de no ser esenciales en su momento y otro fue cómo gestionar
el riesgo de contagio, porque las oficinas del Stud Book no están preparadas
para una pandemia”. En el mismo sentido subraya un aporte que quedará en
el tiempo: “En noviembre del año pasado se pudo abrir una oficina satélite, en
el centro de entrenamientos de San Isidro –Campo 2-, que funciona a las mil
maravillas. Hay tres empleados, está trabajando casi a la par que la de Cerrito
y como hay espacio se puede recibir gente. Igual, la idea es no atender los
trámites en sí porque es muy ineficiente, se pierde mucho tiempo, pero por lo
menos para la entrega de los microchips y los pasaportes [el documento
necesario para circular por el país] o para atender a alguien que tiene un
problema muy específico, sirve. No se podía abrir Cerrito ni tener cola en la
puerta”. El presidente del Stud Book reconoce que no sólo había
inconvenientes por la inevitable falta de predisposición: “Cuando las carreras
estaban suspendidas no teníamos personal ni se podía atender; los sistemas son
antiguos como para trabajar desde la casa en forma eficiente. Y había que definir
prioridades. La prioridad fue el certificado de correr, que no podía fallar.
Eso implica la transferencia, revisar si está todo hecho. Antes de eso estaba
la cuestión de dar turnos para retirar microchips y análisis de ADN porque venían
las ventas, todo con recursos escasos. Ahora hay muy poca atención al público
en San Isidro, con turnos. Estamos esperando que todos tengan la doble dosis de
la vacuna”. En la Argentina, basta con entrar en la web de Stud
Book (www.studbook.org) para acceder a
toda la información sobre los sangre pura de carreras argentinos, sin costo.
“Hay que mejorar la cuestión de la incorporación de los pedigrees
internacionales. En el exterior eso se cobra, acá se da el servicio
gratuitamente. Si hacemos un convenio con Equibase, por ejemplo, hay que
pagarlo. ¿Y cómo se hace para empezar a cobrar algo por lo que no se paga?”,
señala Olivera. -¿Estamos atrasados en informática aplicada al turf? -Para mí, que soy tecnológico, todavía estamos en la
prehistoria. El día de mañana buscaremos implementar la firma digital, por la
cual se puedan hacer trámites que hoy requieren una certificación bancaria o de
un escribano, como una transferencia, temas que requieren encriptación. El objetivo del Jockey Club y en particular de Enrique
Olivera es modernizar el Stud Book para facilitar los procedimientos, que el
cliente se autogestione. “Y por qué no, que en el futuro se preste el servicio
a Stud Books extranjeros, especialmente de Latinoamérica. Después, tratar de
ponernos al día con todo lo que pasó, y actualizarnos en tecnología, que
venimos muy retrasados”. EL HARAS LOS OLIVOS Enrique Olivera y su hermano Bernardino –tío del presidente
del Stud Book- fundaron Los Olivos. “Empezaron con el stud. Compraron una
potranca, Manille, hija de Montparnasse, en el haras Argentino, y tuvieron “la
mala suerte” de que ganara cuatro carreras. Después compraron a La Susana (Full
Speed), una ganadora como de veinte carreras en el Interior, y la mandaron al
haras El Tala porque eran amigos de los Crespo, para que la sirviera Farley. De
su primera generación sale La Gris (Ahmad), que para nosotros es la yegua
fundadora de Los Olivos, ganadora de cinco, dos clásicos. A pesar de haber
liquidado hay yeguas con esa línea en Los Olivos y en El Paraíso, como La
Parodi”. Los Olivos está en la Ruta Nacional 5, entre Luján y
Mercedes. “Hoy sigo con diez yeguas. Tengo dos muy buenos empleados, Máximo García
y Carlos Gómez, que están hace 40 años”. La fidelidad y la mano de obra
imprescindible que es un sello de las carreras. “Somos 5 hermanos y sólo yo soy
burrero. Es como el que le gusta el campo y el que no; yo tengo 4 hijos y a una
de mis hijas le gusta, sabe lo nombres de las yeguas, pero no viene al
hipódromo”, revela Enrique sobre la desafiante trama de la herencia y la
transmisión de la pasión. Que también es inherente al turf. Por Gustavo González
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