Pedimos que nos atiendan… pedimos que se ocupen de nosotros… pedimos que haya políticas públicas a favor de la actividad… pedimos que se apoye a un sector del que dependen miles de personas… pedimos que nos eleven el canon… pedimos… pedimos… pedimos… ¿Desde qué lugar pedimos?...
En esta edición tenemos un muy interesante reportaje a Mariano Cowen, flamante Administrador del Hipódromo de La Plata, en el que reconoce que post pandemia no hubo comunicación para reabrir las agencias de los hipódromos para capturar apuestas mutuas y se pronuncia a favor de habilitarlas nuevamente.
Que Palermo, San Isidro y La Plata funcionen como receptores de apuestas no necesita de ninguna intervención de ningún estamento del Estado.
Ya es una práctica habitual endilgarle a la burocracia de los entes de control todas las falencias internas. Hay algunas que sí… pero hay otras que no. Y esta es una de ellas.
Desde la post pandemia no hubo ninguna política para ampliar las bocas de expendios de boletos, única forma de obtener recursos genuinos y armar alguna malla de contención por si el día de mañana aparece “otra Vidal”.
Palermo pudo habilitar Be Turf y lanzó el commingle, pero son instrumentos con límites. El commingle sólo es para juego desde exterior y Be Turf está restringido para apostadores que puedan acreditar alguna dirección en la Ciudad de Buenos Aires, amén de que se choca con una estructura económica donde el 50% de la actividad está fuero del circuito legal y no tiene intención de pasar por un sistema al que la AFIP lo mira con doble lupa.
Como la lotería de la provincia de Buenos Aires tiene frenada la ampliación de Be Turf, San Isidro y La Plata están con la misma estructura para tomar apuestas que en marzo de 2019, con el agravante que Palermo no les abre las puertas cuando corren. No sólo no les abre las puertas, sino que además les cierra las de toda la ciudad.
Y esta decisión es absoluta responsabilidad de los dirigentes hípicos. Entonces se da la paradoja que le pedimos a los demás que hagan cosas por nosotros cuando no estamos dispuestos a realizar ni lo más mínimo.
“No es rentable”, suelen decir por lo bajo… ¿para quién? ¿En qué condiciones? Cuando se avanzan en las preguntas de sentido común desaparecen las respuestas.
De las instituciones, sólo APHARA suele hacer hincapié en sus redes sociales sobre la labor de las agencias hípicas y de los trabajadores, pero no hay respuestas. Imaginamos que si hay más bocas de expendio hay más trabajo…
Entrado el invierno en la Ciudad de Buenos Aires continúa habiendo aficionados turf sentados en la vereda de los “Turfito” porque, según la Lotería porteña, continúa la prohibición de permanencia dentro de los locales. Nada más impiadoso.
Los caprichos le están costando caro a la actividad, adormecida por premios nominalmente de impacto, pero con valor real carcomido por una inflación descontrolada.
Abrir los hipódromos como agencias por lo menos mostraría interés y colaboración mutua para la obtención de recursos genuinos.
Si nosotros no hacemos ni el mínimo esfuerzo… ¿Desde que lugar vamos a seguir pidiendo atención?