Ambos, a fuerza de triunfos, se consolidaron en sus especialidades y cuesta encontrarles rivales. El de Marías del Sur acuñó cinco victorias en siete salidas, ratificando su condición de caballo de Grupo 1, tras su victoria en el Gran Premio 25 de Mayo (G1).

En tanto, Luthier Blues sumó su decimotercer triunfo en 19 intervenciones, nueve consecutivos, y cuarto en la máxima escala.

Con Durazzo había dudas. El recorte de distancia y el cambio de la pista de césped a la arena habilitó el debate previo y le daba argumentos a quienes querían “buscarle contra”. El Fortify las despejó de la mejor forma.

Lo de Luthier Blues era más claro. Su supremacía era evidente y es posible que la sola anotación haya espantado a más de un potencial rival ya que apenas cinco se le animaron.

Y además fue diferente porque, al igual que en su último triunfo, cuando por los 300 la victoria era un hecho, comenzaron a bajar los aplausos desde las tribunas. “Desde Candy Ride no recuerdo que se aplauda a un caballo así”, destacó su ocasional jockey Rodrigo Blanco, quien con muy buen criterio limitó el festejo en respeto a Jorge Peralta a quien reemplazó a causa de un accidente.

A Luthier Blues ya se lo reconoce como el “Caballo del Pueblo”, calificación solo admitida para esos ejemplares con carisma que además se ganan el reconocimiento a fuerza de entrega y triunfos. Coadyuva que la afición lo reconoce como un caballo que “podría ser de cualquiera de nosotros”. Criado en El Paraíso, podía haber sido comprado por cualquier propietario de a pie, no defiende colores de oro, y además es entrenado en el interior de la provincia de Buenos Aires. Reúne todos los condimentos para ser abrazado como suyo por la afición.    

Sobre los dos caballos hubo ofertas y, por ahora, fueron rechazadas. Seguramente se repetirán en las próximas horas y por sumas más elevadas que harían temblar a más de un mortal.

No obstante, hasta el cierre de esta edición, ambos propietarios manifestaron la intención de mantenerlos en sus filas. No están desesperados por venderlos. Los quieren disfrutar. Lo que no saben es que ellos tienen una responsabilidad mayor, única y pesadísima: todos los queremos disfrutar y aspiramos a que no los vendan.

La admiración por ellos no implica desestimar a sus rivales. Todo lo contrario. De aquí en más quienes se animen a enfrentarlos irán por una patriada épica. Enfrentarse a los mejores con la intención de ganarles no hace más que multiplicar la exigencia para ser mejores y cumplir los objetivos.

Durazzo y Luthier Blues pusieron la vara alta… ¡muy alta! y ahora alcanzarlos es un desafío sólo aceptado por quienes con orgullo y amor propio confían en la superación sin límites.

La competencia será enorme y sumamente atractiva y provocará atracciones inigualables cada vez que salgan a la pista.

Por favor… ¡que no los vendan!