Actualidad
Laureano Sosa, otra esperanza argentina en Estados Unidos
Dicen que la sangre tira y así lo ratifica la historia de este joven aprendiz que tiene una más que interesante actualidad en una de las hípicas más destacadas del mundo.
Matías Ríos
26/02/2023
Revista Palermo
Revista Palermo

A los 5 años, Laureano Sosa emigró de Argentina junto a sus padres. Los vaivenes de nuestro país fueron la gota que rebalsó el vaso para que Lucas Omar, jockey y padre del entrevistado, acepte la oferta laboral para radicarse en Nueva York. En la Gran Manzana, Lucas estuvo un tiempo galopando y corriendo, hasta que pudo por fin conseguirle los papeles a su familia para que estén junto a él. 


Transcurrido unos años, Lucas pegó la vuelta a La Plata, pero Laureano se quedó con su madre en el país del norte. El ahora joven jinete contó: "Primero estuvimos varios años, casi seis, en Nueva York, luego nos trasladamos a Delaware, ya por entonces mi viejo tenía problemas de peso y no corría, trabajaba de galopador. Mi madre también estaba conectada a la hípica. Ellos se separaron y yo decidí quedarme con mamá", una decisión que cambió el plan pero no la meta.


"Yo jugaba al soccer", nos dice Laureano, con un acento propio de un boricua, la nacionalidad de la actual pareja de su madre, con quien residen en Tampa Bay, su lugar en el mundo. No utiliza la "r" y la reemplaza por la "l", pero no se confundan, Laureano es más argentino que el dulce de leche.


"Era bueno jugando a la pelota, pero casi al cumplir los 18 años le dije a la familia que deseaba caminar caballos y comenzar a ganar mi propio dinero", siguiendo con su relato "Entonces supe lo que era la responsabilidad, enseguida el sacrificio formó parte de mi vida, comencé a montar y dije ¡Vaya! me gusta esto, y más que la gente que me acompañaba me decía que si bien era alto, soy flaco". 


La tasa del éxito es triplicar los esfuerzos. "No sabes lo que me costó, caminaba y galopaba, llegaba rendido a mi casa, solo para dormir, ese esfuerzo me estimulaba a luchar por mis sueños y hoy en día veo que rindió sus frutos", comenta Sosa Jr., una de las sensaciones de la actual temporada en Tampa Bay, quien con inteligencia aprovechó un comenzar de nuevo, pero con mayor sabiduría y experiencia, algo que traía en sus raíces. 


"Egresé en Tampa Bay y alcancé a ganar unas carreras, porque ya terminaba el mitin, entonces opté por irme a Monmouth Park, donde también me fue bien. Acá el descargó es distinto y es por estrellas. Con 5 carreras descargas 10 libras (poco más de 4,500 kg), luego de ganarlas pasas a 7 libras (casi 3,200 kilogramos) y terminas con 5 libras (2,600 kg). Son 3 etapas y vas de aprendiz de tres estrellas, a dos y una. La autorización te la da un comité de gente muy capacitada, junto a consagrados y respetados jinetes. Ellos te observan salir varias veces de las gateras y evaluar tu trabajo". Al ser consultado, Laureano sonríe y dice: "La pasé bien, en tres salidas de gateras me autorizaron y pude debutar profesionalmente, cumplí el sueño propio y el de mis allegados".


A sus 20 años, el jockey que tiene 2 estrellas de aprendiz vive un óptimo presente, y acota: "Me respalda mucho Eoin Harty, entrenador de las sedas Godolphin, chaquetilla con la cual pude ganar y obviamente correr varias veces, me avisan para venir temprano a galopar y me siento parte del equipo, porque yo comencé siendo caminador, junto a mi madre, de sus ejemplares". Claro que para que tal respaldo sea brindado, el joven argentino asumió la presión de correr para una caballeriza importante, en definitiva, aprovechó la oportunidad.


Llegando al final nos sorprende: "Estoy contentísimo acá, es mi casa, pero entiendo que cuando termine la temporada tendré que emigrar a otro mitin, y seguro regresaré a Monmouth Park, porque mi anhelo es llegar a estar ternado en los Eclipse Awards cómo mejor aprendiz. Estoy bien conceptuado, me siento respetado y tengo chances de lograrlo. Mi cuidador seguro se va a Turfway Park, Kentucky… igualmente veremos".  


La última vez de Laureano en Buenos Aires fue hace casi 6 años, lejos estaba de ser un jockey con tremendo futuro en la hípica del Tío Sam, ese niño jugaba al fútbol, pero se regaló un instante con los caballos y cambió el rumbo de su vida. "Al final terminé corriendo, algo que de niño ni por asomo soñaba, el turf me enamoró y la sangre tira", termina relatando Sosa Jr.


Todos tenemos un don especial, la capacidad está en saber elegir bien y descubrir ese talento innato. Al cambio no hay que adaptarse, hay que generarlo, como Laureano, la esperanza argentina en la hípica estadounidense.

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