La
información no interesa. O importa poco. Son tiempos de periodismo de baja
calidad, de redes sociales, de imágenes que reemplazan la crónica porque es más
cómodo –y barato- acceder a ellas; épocas en que la opinión que sirve es sólo la
propia, aunque sea dicha agresivamente en un posteo, a veces en forma
insultante y no porque la diga un medio centenario y compilador de datos por
oficio, con periodistas de profesión.
Sin embargo
y mal que les pese a los que tienen pereza de leer o los que reniegan por autopercibirse
modernos, revistas como Palermo Rosa y la Azul, están ahí, siguen su camino
porque son necesarias para el apostador, el más fiel aportante a la industria del
turf –igual que los propietarios- y a las arcas de los hipódromos. No es que
ocurre solamente acá, en este país. En los Estados Unidos, la legendaria The
Blood-Horse ya no existe como magazine, en su versión impresa: es una
revista de industria, como Palermo Blanca, pero esta, la nuestra, ofrece el
diferencial de incluir los programas de siete días, todos los que arman los
hipódromos semanalmente, de viernes a jueves.
El papel es
el aliado de las “marcas”, las anotaciones que los aficionados hacen en cada
carrera y guardan celosamente para concebir las jugadas combinadas y las de
múltiples carreras, como la cadena, el 5 y 6, los quíntuplos, las cuaternas,
los triplos. Y siguiendo con las analogías con Norteamérica, REVISTA PALERMO
está más cerca del Daily Racing Form, que también ofrece programas de
todo el país y se vende a diario en sus 200 hipódromos. En Gran Bretaña e
Irlanda está el Racing Post, que durante la pandemia de Covid-19 se vio obligado a discontinuar su edición
impresa -la primera lectura de la Reina Isabel II, cada mañana-, pero a la vez mejoró
sus variadas ofertas online, semanal, mensual y anual, y tiene 1.200.000
suscriptores por mes, para consolidar su liderazgo como diario de carreras.
Nunca volvió a editarse en papel.
REVISTA PALERMO
es un clásico argentino. El ciudadano de a pie sabe de qué le hablan cuando
escucha su nombre, aunque alguno conteste con desdén que es “una revista para
burreros”. El turf, como actividad económica, no hace demasiado para dejar
atrás el preconcepto ancestral, pero esta publicación lo intenta cada día,
entrando en cada plataforma y, sobre todo, ofreciendo un producto de calidad. No
nos gusta hablar de nosotros, pero parece que hay algunas cuestiones que deben
ser explicadas.
Los medios
trabajaron bastante hace 25 años para que se conocieran las opciones en las que
las carreras incursionaban para sostenerse, ante la baja del interés del
público. Así se supo que los juegos de azar estaban en los hipódromos en forma
de casinos con tragamonedas, en especial en los Estados Unidos. Aquí se adoptó
el sistema en Palermo, pero a San Isidro y La Plata no se los autorizó, creando
una dependencia de las ganancias de los bingos. Gracias a esto, los hipódromos
no cerraron. Lo reconocen los que dirigen, los profesionales y los productores.
Uno de los
artículos que enunciaba la Ley del Turf a principio de siglo imponía la puesta
en marcha de un canal hípico. Sería bueno saber si los fondos destinados a ese
efecto están siendo desviados, porque del canal, ni noticias.
REVISTA
PALERMO tiene una audiencia que consume el producto papel. Ese hábito no puede
cambiarse por ahora, no todos pueden acceder a una tablet o adaptarse a la
tecnología. Y aún así será difícil desacostumbrarse a “las marcas”. A esta empresa no llegará el subsidio o la
decisión del Estado que salve el enorme costo del insumo que escasea. La
publicidad se agradece, es un medio para obtener ingresos, pero no es el único
apoyo que exige este momento.
Hay cosas
que no tienen tarifa, cuando se habla de una institución como esta, a pocos
días de cumplir su primer siglo de vida.