Actualidad
Sentimientos y sensatez
Del Editor
09/08/2023
Revista Palermo

En la transmisión de la reunión del Whitney Stakes (G 1), un eslabón clave en el camino a la Breeders’ Cup Classic (G 1) y uno de los clásicos emblema de la temporada de verano de Saratoga, en el estado de Nueva York, se pudo conocer a Melanie Giddins, entrenadora de Maple Leaf Mel, una yegua de 3 años invicta, que iba por su sexta victoria, en el Test Stakes (G 1). Pero después de liderar 1380 metros de los 1400 de la carrera, la tordilla cayó, por la fractura del sesamoideo derecho, una lesión que obligó a sacrificarla.

La emisión de la New York Racing Association (NYRA) suele interrumpirse cuando llegan los clásicos -los derechos son de la Fox-, por eso hubo que esperar la repetición del Test Stakes y uno pudo subir la guardia antes del final, como para hacer menos doloroso el accidente de Maple Leaf Mel, la yegua que sumó fans con aquel reportaje a Giddins, de 39 años y apenas nueve meses como entrenadora titular.

La historia de la notable corredora hija de Cross Traffic (hijo de Unbridled’s Song) se pudo conocer por los testimonios de la propia cuidadora y de Bill Parcells, ilustre director técnico de football norteamericano, y su propietario. Allí se contó que el nombre de la yegua lo ideó Parcells en honor a la propia Melanie y a su país de origen: la maple leaf (hoja de arce) simboliza a Canadá desde su bandera.

Pero como los caballos de carrera son fuentes de historias a cada paso, esta merece cerrarse con el gesto de Brendan Walsh, entrenador de Pretty Mischievous, que ganó el Test Stakes, y a la mañana siguiente le cedió a Giddins el bouquet de claveles que coronó a la ganadora. Así, quedó en la puerta del box de Maple Leaf Mel como tributo. “Ella fue la mejor yegua de la carrera”, reconoció el preparador. “Íbamos a perder con toda justicia; mi yegua hizo todo bien y estamos orgullosos, pero no sentimos que hayamos ganado”.

Godolphin, el stud del jeque Mohammed, de Dubai, propietario de Pretty Mischievous, renunció a la tradicional premiación tras el clásico, en otra destacable muestra de deportividad.

 

La deuda del Canal Hípico

Las entrevistas grabadas, insertas en las transmisiones, como las de la televisión de los Estados Unidos o Inglaterra –por mencionar las que llegan en directo- son el tipo de trabajos que acercan el turf a un público más amplio que el de las carreras; las humanizan, disimulan el estigma de “sólo timba”, tan común, milenario y ya rancio.

Hoy, los análisis para el apostador, en San Isidro, hechos con el profesionalismo de periodistas como Sebastián Heredia y Pablo Carrizo; las notas de Lía Camps con los protagonistas, en Palermo, y las transmisiones de la TV Pública, son virtuosas. Ni hablar los semanales Revista del Turf, en ESPN, o Alma de Turf, el envío de América Sports. Las de los hipódromos son para los del palo, ayudan y entretienen al aficionado fidelizado. Las de la TV Pública merecerían algún programa previo en la semana, que anuncie la transmisión del sábado o domingo. 

Todo tendría vía con el Canal Hípico, cuya implementación está en alguna de las tantas leyes del turf que a esta altura parecen hechas a medida de la demagogia política, no de la industria. El turf es una actividad compleja, multifacética, que sólo trasciende por los accidentes, rara vez por sus trabajadores y la calidad de los caballos que se producen en la Argentina. La resignación es el último peldaño de la decadencia.  

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