En la
transmisión de la reunión del Whitney Stakes (G 1), un eslabón clave en el
camino a la Breeders’ Cup Classic (G 1) y uno de los clásicos emblema de la temporada
de verano de Saratoga, en el estado de Nueva York, se pudo conocer a Melanie
Giddins, entrenadora de Maple Leaf Mel, una yegua de 3 años invicta, que iba
por su sexta victoria, en el Test Stakes (G 1). Pero después de liderar
La emisión
de la New York Racing Association (NYRA) suele interrumpirse cuando llegan los
clásicos -los derechos son de la Fox-, por eso hubo que esperar la repetición
del Test Stakes y uno pudo subir la guardia antes del final, como para hacer
menos doloroso el accidente de Maple Leaf Mel, la yegua que sumó fans con aquel
reportaje a Giddins, de 39 años y apenas nueve meses como entrenadora titular.
La historia
de la notable corredora hija de Cross Traffic (hijo de Unbridled’s Song) se
pudo conocer por los testimonios de la propia cuidadora y de Bill Parcells,
ilustre director técnico de football norteamericano, y su propietario. Allí se
contó que el nombre de la yegua lo ideó Parcells en honor a la propia Melanie y
a su país de origen: la maple leaf (hoja de arce) simboliza a Canadá desde su
bandera.
Pero como
los caballos de carrera son fuentes de historias a cada paso, esta merece
cerrarse con el gesto de Brendan Walsh, entrenador de Pretty Mischievous, que ganó
el Test Stakes, y a la mañana siguiente le cedió a Giddins el bouquet de
claveles que coronó a la ganadora. Así, quedó en la puerta del box de Maple
Leaf Mel como tributo. “Ella fue la mejor yegua de la carrera”, reconoció el
preparador. “Íbamos a perder con toda justicia; mi yegua hizo todo bien y
estamos orgullosos, pero no sentimos que hayamos ganado”.
Godolphin,
el stud del jeque Mohammed, de Dubai, propietario de Pretty Mischievous,
renunció a la tradicional premiación tras el clásico, en otra destacable
muestra de deportividad.
La deuda del Canal Hípico
Las
entrevistas grabadas, insertas en las transmisiones, como las de la televisión
de los Estados Unidos o Inglaterra –por mencionar las que llegan en directo- son
el tipo de trabajos que acercan el turf a un público más amplio que el de las
carreras; las humanizan, disimulan el estigma de “sólo timba”, tan común,
milenario y ya rancio.
Hoy, los
análisis para el apostador, en San Isidro, hechos con el profesionalismo de
periodistas como Sebastián Heredia y Pablo Carrizo; las notas de Lía Camps con
los protagonistas, en Palermo, y las transmisiones de la TV Pública, son
virtuosas. Ni hablar los semanales Revista del Turf, en ESPN, o Alma de Turf,
el envío de América Sports. Las de los hipódromos son para los del palo, ayudan
y entretienen al aficionado fidelizado. Las de la TV Pública merecerían algún
programa previo en la semana, que anuncie la transmisión del sábado o domingo.
Todo tendría
vía con el Canal Hípico, cuya implementación está en alguna de las tantas leyes
del turf que a esta altura parecen hechas a medida de la demagogia política, no
de la industria. El turf es una actividad compleja, multifacética, que sólo
trasciende por los accidentes, rara vez por sus trabajadores y la calidad de
los caballos que se producen en la Argentina. La resignación es el último
peldaño de la decadencia.