Hubo muchos
perfiles de Alfredo Lalor y en todos surgió como un dirigente destacado, un
buen deportista o un propietario de caballos con devoción. Su nombre, adosado
al de uno de los clásicos emblema del hipódromo de San Isidro, la Copa de Oro
(G 1), es un homenaje de los dirigentes del Jockey Club, sus compañeros y los
que lo continuaron desde el 25 de enero de 2003, cuando falleció siendo presidente,
un cargo que, por la grave enfermedad que sufría, obligó a que asumiera un
interinato Bruno Quintana, luego ratificado en elecciones.
Lalor, Alfie para los más cercanos, fue
reelegido cinco veces en el máximo cargo de la casa del turf argentino, desde que
asumió en 1990, cuando murió Roberto Vasquez Mansilla, ese visionario que
reabrió San Isidro casi desde sus ruinas a fines de los 70, y al que emuló en
cierto modo cuando, por caso, se atrevió a hacer de la pista auxiliar de césped
un trazado de arena que hoy está entre los mejores.
Durante su
mandato la hípica atravesó “la crisis más grave, que Lalor
enfrentó con valentía, con su estilo de ir directo al grano, para reclamar ante
las autoridades nacionales y provinciales por las inequidades que sufría una
actividad con mano de obra intensiva, justo cuando el trabajo es uno de los
sectores más vulnerables”, decía la nota necrológica del diario La Nación.
Y por tratarse del máximo referente de un
deporte líder en América del Sur, no extrañó que alcanzara la presidencia de la
Organización Sudamericana de Fomento Equino (OSAF) y de la entonces Asociación
Latinoamericana de Jockey Clubs, puestos que no quiso abandonar ni aun con su
enfermedad de los últimos meses. El respeto con el que era tratado y escuchado
por sus pares era casi reverencial en Chile, Perú y Brasil, durante los
encuentros del Gran Premio Latinoamericano, una actitud que a su vez él mismo
cultivó con la prensa, a la que respondía solícito, sea durante una reunión de
carreras o en el teléfono.
El recuerdo
del gran Ted Bassett, presidente de Keeneland en su momento y de Breeders’ Cup
Ltd. más tarde, uno de los dirigentes fundamentales de los Estados Unidos, fue
un valioso reconocimiento, de los muchos que tuvo Lalor en su trayectoria. El
directivo estadounidense resaltó su condición de caballero,
equilibrado, atento y siempre con un gesto amable a mano, con lo cual se unió a
sus colaboradores en el Jockey Club, incluso aquellos que debieron alejarse de
la comisión de carreras durante su mandato.
En otro
deporte, el polo, donde llegó a los 7 goles de hándicap, Lalor tomó el riesgo
de comprar los terrenos donde se asentó el predio de Pilar, que es el orgullo
de la Asociación Argentina de Polo, institución que presidió. Eran tiempos en
los que Pilar no era aún el paraíso de los countries. Como jugador, Lalor
integró el primer seleccionado nacional de polo que hizo una gira por
Sudáfrica, en 1951, y representó a nuestro país en competencias de Francia,
Chile y Brasil. Con su equipo ganó las copas Jockey Club, Anchorena, Mitre,
Provincia de Buenos Aires y Estímulo, entre otras conquistas.
Además, como
consignatario de hacienda fue director del Mercado de Avellaneda durante 20
años, en una firma que lleva décadas en el mercado.
El sábado,
el Gran Premio Copa de Oro - Alfredo Lalor (G 1) ofrecerá una nueva oportunidad
para recordar a un gran dirigente.