Hace un año,
Mariano Cowen accedía a decenas de pedidos de selfies que le llovían de
parte de invitados a la tribuna Oficial y también de aficionados, en el final
de la fiesta de su primer Gran Premio Dardo Rocha como Administrador del
hipódromo de La Plata. Eran tiempos en los que se notaban cambios, en la pista,
en algunas instalaciones, en las relaciones con los profesionales,
históricamente conflictivas.
Después, la
nefasta dinámica del gran escenario hípico que algunos gobiernos provinciales
toman como un organismo más de un Estado que no protege sino a sus propios
funcionarios, y otros que lo manejan con un desdén rayano con el desprecio,
cuando le bajan el porcentaje de un ingreso que no proviene de las arcas
fiscales sino de otra actividad lúdica como las tragamonedas, para destinarlo
quién sabe adónde. Un reflejo más de la ignorancia que rodea a las carreras.
El problema de La
Plata es estructural, viene de décadas, cuando la formación de capas freáticas de
empleados que nunca terminan de fluir, de pasar como cualquier cauce de agua,
empezaron a dejar sus vicios y el hipódromo se convirtió en la salida laboral
más generosa de la ciudad. La Empresa Hípica Argentina, concesionaria que
manejaron Gregorio y Mario Israel; las administraciones de Orlando Caporal y
Piedrita Rodríguez, entre otras, no supieron o no quisieron darle un perfil, ni
empresarial ni deportivo y el Bosque languideció entre la desinversión, los
paros del personal y los profesionales.
Ahora, el
problema surgió de un gobierno que seguramente se apropió de fondos que no le
pertenecían, después empezar su gestión con una falsa cruzada en favor del turf
que nunca concretó porque nunca creyó en ella. En estos meses electorales, la
necesidad tiene cara de hereje y las carreras son para gente que tiene un
vicio, no para ser defendidas como una fuente de trabajo. Por eso, el manejo
discrecional del fondo de reparación tuvo un leve freno cuando los trabajadores
no aguantaron más dilaciones en la liquidación, demorada casi dos meses.
Dicen que hoy el
dinero ni pasa por Lotería. Que el hipódromo es una caja chica de la política. La
campaña tiene sus costos. Hay 543 empleados, de los cuales 200 no tienen
funciones conocidas y 100 están en comisión en otras dependencias (casualmente,
hoy es el día de los ñoquis). Mientras, no hay juego online, la TV no se
actualiza, la pista y su contorno vuelve al abandono. En esas condiciones, ni
en privatizarlo su puede pensar.
El virus de la
indolencia
La
Encefalomielitis del Oeste es uno de los alfavirus reconocidos en los equinos,
pero también puede presentarse como una bacteria o un parásito y se manifiesta
con alteraciones en el sistema nervioso y hasta derivar en la muerte. Hace 35
años del último registro en el país de la enfermedad, que es zoonótica, se
transmite al hombre. Senasa dispuso prohibir los traslados de ejemplares de
Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Córdoba y en el turf las consecuencias
todavía no se observan en Buenos Aires, pero ya hubo cancelación de reuniones
en el Interior.
El doctor Juan
Antonio Rodríguez Portas explicó que la falta de vacunación contra la
Encefalomielitis es como si se dejara de vacunar contra la poliomielitis, una
enfermedad humana ya erradicada. Pero la vacuna Salk se sigue aplicando en los
niños. Ahora hay esfuerzos para traer las dosis necesarias de las vacunas
contra este virus o fabricarlas en la Argentina. Hay una contradicción entre el
turf serio que quiere competir en el exterior y estas situaciones casi
primitivas.