Mientras terminaba de volver a ver la película, recordaba que cuando se
estrenó, y fuimos al cine con mi madre, allá por 1996, yo todavía no sabía que
mi futuro profesional iba a estar en la comunicación… El film se llama Up Close & Personal , “Algo muy
personal”, para los distribuidores nacionales, que tienen por costumbre
cambiar los títulos originales cuando estos no les resultan comerciales o marketineros,
y más allá de la historia de amor entre Michelle Pfeiffer y Robert Redford,
como una novata cronista y un veterano corresponsal y productor periodístico de
la industria de las noticias, entendí perfectamente por qué no está bien y no
da todo lo mismo a la hora de contar una historia en los medios de comunicación.
En el turf,
mi actividad por elección desde 2008, aunque soy abogado de profesión, el
umbral de tolerancia es cada vez más alto para situaciones que no están bien,
que suceden todo el tiempo y que están vinculadas directamente con el ejercicio
del periodismo y los medios de comunicación.
Antes de
comenzar con una enumeración completamente personalizada de estos hechos, voy
con una definición: “Los medios de comunicación son todos aquellos sistemas
usados para el establecimiento de una comunicación. Estos sistemas se basan,
principalmente, en un conglomerado de canales e instrumentos comunicativos que
permiten el desarrollo de un intercambio de información”. Tomándola como
referencia: ¿Cuántos medios de comunicación hípicos especializados, que cumplen
con las características y normativas vigentes para funcionar como tales
existen? Me sobran los dedos de una mano para nombrarlos, y todos los que están
leyendo estas líneas, lo saben. Porque tener una cuenta de Instagram, Facebook
(o Meta); subir videos a Tik Tok, tener muchas visualizaciones y seguidores, no
te convierte en uno.
Instagram,
Facebook, Tik Tok, solo por nombrar las más usadas, son más bien redes sociales con estructuras que se han formado en internet “por
personas u organizaciones que se conectan a partir de intereses o valores comunes”.
A través de ellas, se crean relaciones entre individuos o empresas de forma
rápida, sin jerarquía o límites físicos. No estoy en contra de los valores ni
los intereses en común, más bien estoy a favor de que a todos nos una el turf.
Con lo que no estoy de acuerdo es con que
cualquier persona se pare delante de la cámara de su celular, y por el solo
hecho de hacerlo y que se lo permitan, se considere periodista/comunicador. Y
esto no es lo más preocupante. Lo más peligroso es que estas personas se
consideren voces autorizadas para decir u opinar sobre temas sensibles, solo
porque pueden hacerlo (y acá entra el segundo tema de mi enumeración).
Existen los influencers, youtubers,
emprendedores, mediáticos, “creadores de contenidos”. Personas que trabajan
vendiendo sus productos y contenidos para ganar unos mangos o para hacerse de un
sueldo. En mi opinión eso está muy bien, pero no confundamos a estos personajes
con el trabajo profesional que desarrollan los periodistas de la actividad desde
hace décadas en medios de comunicación de verdad.
Hoy, los palcos de prensa de los hipódromos
acreditan deliberadamente a cualquier persona que tenga red social y un celular,
a veces en detrimento de periodistas calificados y de experiencia comprobada. En
otros tiempos, además de la certificación por parte del medio de que el
periodista trabajaba allí, y no hablo de una cuenta de IG porque no es un
medio, se requería una muestra de su trabajo, como por ejemplo el link de una
nota. Puedo dar fe de eso porque como director de Revista Palermo me han
requerido desde los hipódromos todo tipo de documentación que confirmara la
identidad de nuestros profesionales y personal para poder acreditarlos. Me
gustaría ver a estas-estos “influencers” exigiendo acreditación al palco de
Prensa de River Plate, por ejemplo, a ver cómo les va. ¿Tienen sueldos,
seguros, ART, aportes, cargas sociales al día? Porque tener en regla y al día
esos ítems son los que te avalan como un medio de comunicación con estructura.
Todo lo demás es viveza criolla.
Y acá todo pasa como si nada pasara… La
norma en estos tiempos, para calmar la impotencia, es, como me dijo un
periodista de gran trayectoria, “hay que dejarlo, él acerca a la gente joven al
turf”, justificando que un niño que no terminó la secundaria, que no tiene edad
para estar en un hipódromo a tiempo completo, esté jugando al periodista. ¿Por
qué entra a todos los hipódromos incluyendo los del interior y hasta en los de Uruguay?
Porque lo hace con su padre devenido camarógrafo/productor/representante. Habla
de “Turf Joven”, cuando si se llamaran las cosas por su nombre debiéramos
hablar de “Turf infantil”. Sí, infantil, porque la Convención sobre los
Derechos del Niño (CDN) de Naciones Unidas dictaminó “que todas las personas
menores de 18 años son niños”. Hay países que consideran que se es niño desde el
nacimiento hasta los 12; desde esa edad y hasta los 18 se es adolescente, y
recién desde los 18 años se lo considera joven. Entonces, sabiendo esto: ¿Estamos
avalando el trabajo infantil solo porque este niño nos cae simpático, entra con
su padre y atrae gente joven? Y digo trabajo, porque eso es lo que es. Yo lo vi
trabajar a este niño (también a un adolescente de 15 o 16 años que viene del
interior) en el Gran Premio Latinoamericano. El niño trabajó todo el día bajo
directivas y exigencias solo aplicables a profesionales adultos. Eso no es jugar
y mucho menos cuando para “jugar” se piden pautas publicitarias o
“colaboraciones”. Eso, señoras y señores, es trabajo infantil. ¿Acaso no nos
indignamos cuando vemos a un niño pidiendo en un semáforo mientras sus padres
los controlan desde la plaza para que les lleven la MONEDA? Si no lo llamo a
este infante por su nombre es porque es un niño y estos no son personas
jurídicamente responsables ante la ley. Su padre sí lo es y las cosas de
adultos, se resuelven entre adultos. Porque, con los adultos/adultas que juegan
a ser periodistas o a que sus hijos los son, o a que tienen un medio, sí se
puede y se debe hablar en otros términos.
En esos mismos términos se tiene que hablar
con las autoridades responsables de los hipódromos que les permiten el acceso
ilimitado o brindan “exclusivas”, dándole una entidad vergonzante que no corresponde.
¿Por qué no corresponde? Porque antes que ellos hay un montón de periodistas
que hicieron todo el recorrido, que se formaron profesionalmente para ejercer
esta difícil profesión. Que aprendieron a fuerza de experiencia que los lugares
se ganan con estudio y trabajo responsable; con formación e investigación, con
especialización sobre el universo a trabajar. Hoy, esos laburantes tienen que
bancarse que la primera pregunta a un protagonista en una conferencia o luego
de ganar una carrera, la haga un niño. Un niño que con picardía te pasa por entre
las piernas para llegar primero, al que le gritan por cucaracha, “no
pierdas al entrevistado”, cuando lo que debiera hacer, ya que le gustan tanto
las carreras, es estudiar, terminar la secundaria y luego, ya con 18 años y
siendo mayor de edad, empezar su formación terciario/universitaria para
convertirse en un periodista de verdad.
Seguramente le lloverán las ofertas
laborales, tal vez pueda formar parte de Revista Palermo que hoy, por ejemplo,
tiene la satisfacción enorme de contar con un plantel de periodistas
profesionales y especializados en turf.
La
traducción más acabada de Up Close &
Personal es “De cerca y en persona”, y así fue como en las últimas jornadas
de grandes premios pude ver todo lo que no está bien. Todo lo que enumeré. O, mejor
dicho, todo lo que pude observar y corroborar, porque es casi una verdad de Perogrullo,
de esas que circulan off de record, pero
que nadie se anima a confirmar oficialmente, ya que muchas veces ponen en peligro
la continuidad de los apoyos económicos. Y es comprensible. Es ahí donde se
siente la falta de una asociación de periodistas de turf que retome la
formación de un canal hípico y el apoyo a la difusión mediante una ley. Pero eso
es harina de otro costal. Hoy elijo quedarme con que no todo es ni da lo mismo.
Por lo menos a mí no me da lo mismo. Porque en Revista Palermo tengo, tenemos, que
defender la profesión, la estructura laboral de un medio de comunicación en
serio; porque no adhiero a “si no puedes contra ellos, úneteles”, eso nunca.
Dr. Mariano Augusto Diez Ojeda Director Revista Palermo