Actualidad
Mucho más que un cambio de fechas
Del editor
03/04/2024
Revista Palermo
Durante el acto de sorteo y elección de partidores de los dos Grupo 1 del sábado próximo en Palermo, Antonio Bullrich, presidente de la Comisión de Carreras del escenario porteño, fue enfático en un reclamo: “El Gran Premio de Honor y el Gran Premio Lerena han crecido con el tiempo y han formado parte de una serie de clásicos que empieza en marzo y termina con el República Argentina y Estrellas”, destacó.

“Por desgracia, los premios Pellegrini se entregan en abril y estos clásicos de Palermo, más el Martínez de Hoz (en San Isidro, en febrero) han quedado sin analizar [con la mira en las distinciones que otorga el Jockey Club] y esto
es algo que pido todos los años y no me voy a cansar de hacerlo porque son distinciones que son homologadas y oficiales internacionalmente con ganadores que son elegidos como campeones cada año en todas las categorías, menos en las de 2 años, porque se computan sólo seis meses. Siempre pido que los Pellegrini se entreguen en agosto, como se hace en Brasil, en Sudáfrica, Australia y en Nueva Zelanda”.

En verdad, la cuestión sobre esta situación no es el momento elegido para formalizar los nombres que instituciones, entidades, gremio y prensa eligen por votación, más el Pellegrini del Año, que es potestad del presidente del Jockey Club, hoy Juan Mariano Villar Urquiza. El asunto es el calendario. Vamos al caso más cercano: Brasil se rige por el que marcan los nacimientos de los sangre pura de carrera registrados, que se inscriben de julio a diciembre.
Así, los clásicos tienen su ubicación en la temporada de acuerdo con su edad cronológica, no sólo por el hecho de que se corren de enero a diciembre, como en el hemisferio norte y como aquí, erróneamente.

Ese es el criterio que debería adoptar la hípica de este país, independientemente de lo oportuno o no de la entrega de los Pellegrini. A la fecha de correrse la Breeders’ Cup en los Estados Unidos, por ejemplo, transcurrieron nueve meses desde que comenzaron los nacimientos de cada generación; aquí, ese lapso es de doce meses entre nacimientos de ejemplares de 2 años y las Carreras de las Estrellas, 60 días antes del comienzo de la Triple Corona, que en aquel país empieza a desarrollarse en mayo.

De esta manera, el República Argentina (G 1), en mayo, sería el cierre de la temporada para los mejores fondistas mayores, o el mismo Estrellas Classic (G 1), el festival en el que los productos -todas las categorías, en rigor- dejan de competir como ejemplares de 2 años e inician la parte fuerte que sigue con la Triple Corona. Y el Gran Premio Carlos Pellegrini (G 1) continuaría como broche del año, sin ser ya el fin de la Cuádruple Corona, una creación argentina más nostálgica o simbólica que de valor real en el currículum.

Adoptar este temperamento les daría más valor aún a los festivales clásicos. La Triple Corona se desarrollaría previo a Carreras de las Estrellas, que oficiaría de final para todas las categorías importantes, por caso.

Está bien, en los Estados Unidos sobre todo, y en el Reino Unido y Francia, la cantidad de opciones se multiplica por el número de hipódromos. Aquí, todo se reduce a tres escenarios. Llegar a que haya en el Interior de la Argentina un
camino hacia los clásicos máximos de los hipódromos centrales es un sueño a esta altura, en una hípica concentrada. Sería mucho pedir.
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