La lluvia, el día gris, la pista húmeda y un jockey de apellido Barroso deben haber sido una tentación a la hora de apostar por Don Rayito, principalmente para aquellos recién llegados al mundo de las carreras que se ilusionan con la suerte del principiante. Aunque y por su nombre, el caballo de San Benito también debe haber inclinado la balanza a la hora de ir a la ventanilla de los conocedores del metier, esos que se guían por el estudio, el estado del ejemplar, por quien lo cuida y quien conduce. Pero quienes también le guardan un espacio a la cábala en determinados casos. En esos en los que cualquier artilugio es válido a la hora de acertar.